Ahora que tengo algo de tiempo, me gustaría compartir con vosotros las sensaciones que sentí en un bonito acto al que tuve el honor de asistir. Ha pasado ya una semana, pero aún tengo muy fresco lo vivido el pasado miércoles en el CEU San Pablo. En esta institución universitaria que tiene su sede en Bormujos, se celebró la clausura del curso de la promoción 2010. Alrededor de 400 alumnos recibieron sus becas en el polideportivo del centro. Y es que fue necesario utilizar esta instalación para poder dar cabida a las mil quinientas personas que entre alumnos, familiares y autoridades nos dimos cita allí.
Pero lo del número es lo de menos. Yo me quedo sobre todo con las caras que pude ver de los alumnos. Ilusión, alegría y orgullo se entrmezclaban en sus gestos. No es para menos. Es mucho esfuerzo el que estos jóvenes han dedicado a sus estudios y es del todo merecido que le tributemos este simbólico homenaje. Estos jóvenes deben sentirse satisfechos de la educación que han recibido en este centro universitario. Desde aquí agradezco el enorme bien que por nuestros jóvenes realiza esta institución. Han ganado en sabiduría, por supuesto; pero también y, quizás lo más importante, en valores humanos, algo que hoy día la sociedad debemos valorar, valga la redundancia, puesto que cada vez parece más difícil conseguir que nuestros jóvenes aprehendan actos como el esfuerzo, el trabajo, la constancia o la solidaridad.
Por último, quisiera dejar constancia del honor que suposo para mí compartir mesa con el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, una institución católica que nos deleitó con sabias palabras y reflexiones sobre la educación.
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